Uno de los momentos más espeluznantes del Holocausto se produjo cuando, mientras los aliados avanzaban en todos los frentes, los nazis se vieron obligados a abandonar los campos de concentración. Sin embargo, para la inmensa mayoría de los presos no significó la liberación. Prisioneros destrozados física y moralmente fueron arrastrados por sus guardias en las marchas de la muerte hacia otros campos, como ocurrió con Auschwitz. Paradójicamente, se salvaron algunos deportados que estaban demasiado enfermos para viajar y fueron abandonados en las enfermerías. Uno de ellos fue Otto Frank, el padre de Ana. Sin embargo, la autora del diario que ha llegado a convertirse en un símbolo de la Shoah y en uno de los libros más leídos del mundo no tuvo tanta suerte: fue trasladada a Bergen-Belsen, donde falleció de tifus a los 15 años, pocos días después que su hermana Margot, de 19 años.
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