domingo, 9 de agosto de 2015

Museo de Ana Frank

Lo mágico de esta visita es que hoy en día tenemos la oportunidad de entrar en lo que realmente fue “la casa de atrás”. El edificio del canal Prinsengracht estuvo cerca de ser derribado a mediados de los ’50, pero un periódico local impulsó una campaña para salvarlo. El apoyo popular hizo que finalmente la casa fuera donada a la Fundación Ana Frank, creada por el propio Otto Frank, y finalmente abrió sus puertas al público en 1960. Los empleados que habían ocultado a los ocupantes del “anexo secreto” pudieron salvar algunos bienes personales tras las detenciones, pero los nazis se apropiaron de la mayor parte del mobiliario, las ropas y los objetos personales, así que las habitaciones que hoy podemos ver son totalmente diáfanas. Fotografías, señales, carteles y nuestros propios recuerdos de la lectura son los que llenan ese espacio que quedó vacío para siempre.
El acceso al escondite se hace por detrás de una estantería, como se hizo en su día. Unas escaleras empinadas nos llevan a las habitaciones de “la casa de atrás”, donde podemos ver las estancias que ocuparon los tristes protagonistas de aquella historia. Después de ver estos espacios, que incluyen pequeñas exposiciones, vídeos, etc. volveremos a bajar escaleras hacia la planta baja. Nos sorprendió que mucha gente pasara por alto una última estancia con varios objetos expuestos. En su desfile hacia la salida muchos no reparan en que precisamente en esa sala se encuentran los diarios originales. Aunque los cristales te separan de ellos, emociona ver tan cerca esos viejos libritos que un día estuvieron en las manos de la pequeña Ana Frank.
Ya en la planta baja, hay una última sala que algunos visitantes también pasan por alto y en la que creemos que merece la pena detenerse: el espacio “Free2choose“. Se trata de una amplia estancia en la que podemos tomar asiento y asistir a un pase de pequeños vídeos donde se invita a reflexionar sobre la libertad de expresión, las censuras, la discriminación, etc. Tras el pase de cada pieza nos animan a votar a favor o en contra de varias cuestiones que pondrán a prueba nuestras convicciones sobre la libertad, la tolerancia o el racismo. Y es que la Casa de Ana Frank no es sólo un museo, sino también un espacio didáctico del cual podemos salir aprendiendo varias lecciones.

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